Durante la época de la caza de brujas
Existió un señor terrateniente
Que tenía muchas tierras y parcelas
Y se le conocía por ser benevolente
Siempre que existía un problema
Le gustaba sopesar los pros y los contras
Con ánimo de tomar acertadamente
Una solución que a todos contentara
Ello le supuso numerosos conflictos
Con quien sólo sabía barrer para casa
Pero si ésto sucedía su integridad
Hacía valer y no dudaba en aplicar castigos
Por ello era de todo el mundo sabido
Que no convenía discutir sus sentencias
Pues una vez ya habían sido dictaminadas
Eran totalmente irrevocables
Un día sin previo aviso se presentó un mensajero
Con un más que curioso reto que no quiso aceptar
El reto consistía en una simple elección
Pues quien se lo enviaba quería usurpar sus parcelas
El señor debía escoger entre casarse a la fuerza
Con su hija, a la que supuestamente deshonró
O enfrentarse a él en lid en un público torneo
Y defender las tierras que el ofendido impostor reclamaba
El terrateniente respondió al momento al mensajero
Si el emisor quería saber cuál era su elección
Tenía que desplazarse hasta su hogar, su territorio
Para conocer de viva palabra qué futuro les depararía
Cuando sus allegados le preguntaban porqué así lo quería
La respuesta siempre era clara y contundente
“Quien lanza un reto así teme y oculta algo”
Y aceptar el reto suponía abandonar la ecuanimidad
El duelista retador se vio descubierto
Y no se atrevió a responderle
Pues detrás de semejante falsa ofensa
Se escondía una mentira aún mayor
Durante los meses que siguieron a ese día
El terrateniente recibió incontables visitas
Que le ofrecían siempre distintas opciones
Y siempre todas eran ipso-facto rechazadas
Y cada vez que el retador sufría una derrota
Enviaba un nuevo emisario con un nuevo reto
Y siempre la respuesta era la misma
Debía ser él quien lanzase el reto en persona
Pasaron los años y un día ante él se personó
Un oscuro personaje encapuchado y cabizbajo
Cuando descubrió faz la sorpresa fue suprema
Pues acababa de conocer a su hermano gemelo
El retador duelista se dio finalmente por vencido
Y reconoció en su opuesto un dignísimo rival
Al cual ofreció sin condiciones su sincera amistad
Y el terrateniente aceptó dando la lid por zanjada