Un día conocí a una bella mujer
Que sin duda era más bella por dentro que por fuera
De tan buena que era
Todo el mundo abusaba de ella
Porque era tan bella como ingenua
Era tan querida como criticada
Siempre le gastaban bromas pesadas
Para reírse de ella a sus espaldas
Y luego preguntarle cómo le iba
Ella sin maldad siempre respondía
Dando pelos y señales acerca de su vida
Para que los demás deformaran la realidad
Sólo para dañarla pasando por encima
Era una persona tan sensible
Que era del todo incomprendida
Y su candidez suscitaba envidia
Nunca la oías levantar la voz
Nunca una palabra más alta que otra
Nunca había proferido un insulto
Todo en ella era pura cortesía
Las malas lenguas sembraban la discordia
Con la intención de verla llorar
Si se sentía herida corría a esconderse
Y así evitar la burla de la bífida intención
Todos se creían estar en el derecho
De ver quién era más cruel con ella
Durante años aguantó la mofa
De estos tontos desalmados que en ella
Sus muchas frustraciones descargaban
Fueron todos ellos pretendientes rechazados
Existe un viejo proverbio que dice
Que de costumbres se hacen leyes
Y era todo un ritual dañar a esta mujer
Que nunca pensaba mal de nadie
Que siempre tapaba las faltas ajenas
Que se desvivía siempre por ayudar
Y nunca pedía nada a cambio
Pero un día algo cambió
Sin dejar de ser buena persona
Levantó la cabeza y plantó cara
A todo aquél que se propasara
Su sensibilidad se vio alterada
Ahora perfectamente captaba
De lejos las malas intenciones
A ellas respondía con auténtica saña
Y multiplicaba por cinco su intensidad
Como Scarlett O’Hara ante Dios prometió
Que no se volvería a dejar pisar
Ella nunca llegó a entender
Porqué todos creían que
Estaba obligada a explicar
Todo lo que en su vida ocurría
Pero cuando mostraba interés
Se encontraba con el camino cortado
Estaba cansada de tanta mentira
De tanta mala leche reprimida
De ser la receptora de la intolerancia ajena
De ver que la inocencia es casi ya un delito
Su opción era simple y clara
Aprendió a luchar con las mismas armas
Rezando cada día un poco por su alma
Se convirtió en una persona
Mística y cerrada, silenciosa
Casi siempre se comunicaba
Por señas y con la mirada
Parca en palabras, pero efectiva
Allá donde ponía el ojo ponía la bala
Donde antes había calidez y afecto
Ahora hay frialdad y distanciamiento
Todos los que antes se reían
Ahora la temen, no es para menos
Si les preguntas, todos dicen lo mismo:
Están arrepentidos por haber tratado
Mal a una persona buena
Pero sobretodo se sienten miserables
Y vacíos porque son ángeles caídos
Ella nunca llegó a entender porqué todos creían que
Estaba obligada a explicar todo lo que en su vida ocurría
Ahora las malas lenguas ignora pues las cuencas de sus ojos están vacías